Todo comenzó con la pregunta de costumbre en mi
sitio de trabajo por parte de los “jefes”: “hoy hay marcha en Catia, ¿Quién quiere ir?”, pues si opositor, a
nosotros nos preguntan si queremos ir. A pesar de que trabajo en la
administración pública me asombro de la cantidad de escuálidos (para mi
opositor y escuálido no es lo mismo) que trabajan conmigo y no me asombro de
que sean mayoría –lamentablemente-, me asombro de la cantidad de chavistas
dispuestos a trabajar en pro de su país, pero se encuentran o sub pagados o
trabajando en otra cosa –no desempelado ojo-. Después de discutir con algunos
compañeros, decidimos ir a apoyar al candidato de la patria, otros simplemente fueron
para escaparse del trabajo.
Como era de esperarse había transporte hasta la
concentración, nos llevan en una camioneta con aire acondicionado –evidentemente-
escuchando Alanis Morissette y aquí empezó el peo. Yo me preguntaba cómo vamos
a ir a una concentración de Chávez escuchando esta tipo de música –no es que no
me guste la música de la cantante en cuestión-, pero debemos recordar el
contexto de la situación en donde nos encontrábamos.
Después de pasar la autopista, nos adentramos
al 23 de enero, barrio popular, combativo y revolucionario que se encuentra en
mi Caracas. Las caras de mis compañeros no se hicieron esperar, caras de asco,
preguntando: “¿este es el 23?” con su respectivo rostro de asombro, en fin como
si no supieran, conocieran o peor aún como si nunca hubiesen pisado un barrio.
También escuché como una muchacha conociendo este barrio como la palma de la
mano, les daba un tour a las demás
compañeras –este es el sector F, este metrobus te lleva hasta la estación La
Paz…- después de esto también recordé cuando vivía en el barrio Manicomio (hace
20 años) y un amiguito de aquella época, me dijo como la policía le echaba
tiros a su recinto de estudio desde las azoteas de los edificios –aquella época
en donde éramos felices y no lo sabíamos-.
Nos disponemos a bajar en una calle aledaña a
la concentración, ahora en propatria, y otra vez los comentarios “cuidado
aquí”, “debemos estar juntos”, y pare usted de contar; hasta que surgió el último
“guárdense las cosas de valor y no se rían que es enserio” dónde no me aguanté
y le pregunté: “¿Cuántas veces tú has venido para acá, para estar diciendo eso?
no me respondió y me baje del autobús.
Ya en la calle, al frente de una tarima, y
transversal a un CDI –CDI hecho en revolución- empezó la parranda con Francisco
Pacheco y su orquesta, gente bailando en su parroquia, conversando,
encontrándose con amigos, compañeros y familiares, todos movidos con el solo
hecho de ver al Presidente. Me acerco donde esta mi grupo de trabajo –no sé
para qué- y están conversando “en plaza Sucre no hay nadie…” “…y aquí esto esta
vacio, están perdidos”, al ver esto me doy media vuelta y como estaba cerca de
la salida de la caravana, caminé hasta la estación Propatria y aunque no se
veía el presidente porque estaba detrás de un camión, la gente gritaba, se
aglomeraba, se desesperaba para poder tocarlo, para entregarle una carta. Unos
camaradas trabajadores que estaban al lado mio, desesperados por sacar una hoja
y algo con que escribir, estaban desesperados sí, pero no era para pedirle algo
personal y entonces el asombrado soy yo cuando les escucho “escribe que le meta
el ojo a la XXXXX…” y me doy cuenta que donde le están pidiendo al presidente
que le meta el ojo es la empresa donde ellos trabajan.
Cuando veo que la caravana va a salir me
devuelvo al sitio donde me encontraba en un principio y emocionado como un niño
el 24 de diciembre, me decido a ver al Presidente y finalmente lo veo,
saludando con una mano porque en la otra la tenía ocupada atendiendo una
llamada. No me vio, pero solo eso me basto para quitarme el hambre, el
cansancio y la sed.